El diccionario de los sentires: Cordillera
Entre vos y yo no hay un abismo. Los abismos nos llevan a lo profundo. Suelen ahogarnos.
Entre vos y yo hay una cordillera. Las cordilleras nos invitan a escalar. Yo quiero cruzarla.
19 octubre 2008
El diccionario de los sentires: Tesoro
Si bien se asemejan, los tesoros son mas privados y más privativos que los sueños. El Banco Central de éste, mí país, revivió el maravilloso emprendimiento de la búsqueda del tesoro. Con pistas delimitadas pero cruces equivocadas, los transeúntes buscan monedas. A sol y sombra. A capa y espada. En un tira y afloje. Cara o ceca.
En la terminal de colectivos, el final del arcoiris para cada chofer, espera un duende irlandés y una moneda de cartulina que se abre en dos. En la moneda hay un menú de deseos. El menú no es extenso y siempre está dispuesto a reformulación. Más alla de casos particulares, los más pequeños eligen chupetines, los trabajadores optan por las de 1 peso, los indecisos le preguntan al duende y el duende consulta al chef de los deseos.
Yo al duende le pido sueños. Y entre privado y privativo, el chef me prepara un trebol con salsa de cuatro hojas. Junto a este plato, el duende trae a la mesa sueños predestinados y plastimasa para crear sueños propios. Y, aunque lleve más tiempo, yo empiezo a moldear. A mitad de camino entre los chupetines y las de 1 peso, moldeando, busco el tesoro.
Si bien se asemejan, los tesoros son mas privados y más privativos que los sueños. El Banco Central de éste, mí país, revivió el maravilloso emprendimiento de la búsqueda del tesoro. Con pistas delimitadas pero cruces equivocadas, los transeúntes buscan monedas. A sol y sombra. A capa y espada. En un tira y afloje. Cara o ceca.
En la terminal de colectivos, el final del arcoiris para cada chofer, espera un duende irlandés y una moneda de cartulina que se abre en dos. En la moneda hay un menú de deseos. El menú no es extenso y siempre está dispuesto a reformulación. Más alla de casos particulares, los más pequeños eligen chupetines, los trabajadores optan por las de 1 peso, los indecisos le preguntan al duende y el duende consulta al chef de los deseos.
Yo al duende le pido sueños. Y entre privado y privativo, el chef me prepara un trebol con salsa de cuatro hojas. Junto a este plato, el duende trae a la mesa sueños predestinados y plastimasa para crear sueños propios. Y, aunque lleve más tiempo, yo empiezo a moldear. A mitad de camino entre los chupetines y las de 1 peso, moldeando, busco el tesoro.
03 octubre 2008
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