24 abril 2008

Perfección comunicativa

Uno de los regalos que mi amigo Richard me dejó es una lista de todas las piezas de música clásica que debería escuchar al menos una vez en mi vida.
Su ídolo, si cabe el atrevimiento de denominarlo así, era sinónimo de perfección.
Ojalá uno no tuviera que dar tantas vueltas. Como no desear ser tan simples y tan directos como el gran Ludwig a la hora de organizar verbalmente lo que pensamos o de traducir sin mucha distancia lo que sentimos.
Beethoven resolvió y materializó esa perfección en 4 tiempos: 3 corcheas y una negra, ta-ta-ta-taaa. Tal ilocución pasó a la historia. Quien pudiera ser tan perfecto a la hora de comunicar...

Esta es una reflexión extraída de mi clase de la facultad de Henoch Aguiar que finaliza los miércoles pasada la medianoche. Es uno de los tres profesores que he tenido en la facultad cuyas apasionantes clases te hacen sumergir al punto de olvidar por 3 horas todo lo demás.

No hay comentarios.: