23 diciembre 2005

Del correo de las casualidades

Hoy me senté en el subte en la estación de Lacroze. Abrí un libro que hacía muchos meses que no había vuelto a abrir. Uno de mis preferidos, tal vez el que he leído con mayor cariño y sensaciones encontradas.
Tropecé la vista con una casualidad. Con una dedicatoria que nunca había leido, y llevaba guardada en el paquete de letras casi 9 meses. Dice algo así:

"Existe un correo caprichoso, de paradero y mecanismos desconocidos, que opera constantemente a través y a pesar de las personas: El correo de las casualidades.
Sus designios son misteriosos y suele poner a las personas y situaciones más dispares en el mismo camino.
Existen pocos estudios de este fenómeno y no es mucho lo que el hombre común sabe de él, pero creí conveniente añadir unas cuantas palabras:
Mientras sigas caminando en este mundo loco, recibirás muchos paquetes: paquetes grandes y vistosos llenos de lágrimas, sobres humildes llenos de dicha, sobres con fotos de personas que te amarán, cartas de personas que llorarán por ti, notas de personas indiferentes, y a veces, correos equivocados.
Te recomiendo que abras cada paquete con buena disposición, porque no sabes qué sorpresa te estará esperando ahí. Y no tengas miedo de los paquetes misteriosos, ya que pueden ser los más valiosos.
No te preocupes, los envíos seguirán llegando, y las casualidades siempre operarán a tu favor.
Estoy segura que este servicio volverá a ponernos en el mismo camino en algún punto de nuestras vidas."

Sí, Monse. Todos nos encontramos alguna vez con todo el mundo. Con los que soñamos, con los que nunca conocimos, con los que hemos olvidado en algún rincón de la memoria o en el arenero del jardín de infantes. Y en esto el correo de las casualidades hace su trabajo sigilosamente, con el objetivo que su remitente y destinatario apenas lo noten pero sus cartas lleguen a destinos. En algún colectivo, en alguna esquina lúgubre, en el medio de un recital. Cuentan que los carteros del correo son filatelistas de estampillas que no conocen de ciudades, de países, de paisajes ni de rostros de la realeza. Son estampillas cuentahistorias que inundan sobres de todas formas y colores. Y detrás de estas historias, de estas letras manuscritas, se da la interminable lucha entre destino y libre albedrío que llevan el sello del correo de las casualidades. Pero es historia de otro post.

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