Pensamientos: Una foto de mi mente
Muchas veces al día, los pensamientos se me entrecruzan por la mente a velocidad crucero. En algún momento desearía que las palabras, las hipótesis, las frases, las asunciones (no confundir con alguna Asunción y menos aún con la capital del Paraguay) se tomaran un daikiri de durazno, sombrilla y reposera, bajo las palmeras de alguna playa caribeña y descansaran de una vez. Sin embargo, las muy condenadas me acompañan en esta primavera del oeste canadiense, primavera de 5 grados, vale decir.
Esta mañana, despues de ir al supermercado, venía caminando por uno de esos tantos puentes que hay por acá: vegetales, frutas en la bolsa de la mano derecha; las batatas, el repollo, un flyer de circuit city y un pasaje de avión en la bolsa de la mano izquierda (alguna vez mi mamá me planteó la facilidad que tenía para comprar un pasaje de avión en comparación con la dificultad que implicaba la elección de un par de medias, nada más cercano en esta, mi vida). Las consonantes y las vocales y luego las sinapsis neuronales empezaron a jugar.
Primero pensé en lo que mencionaba más arriba. Durante aquellas horas matinales, la decisión entre elegir pimientos rojos, verdes o amarillos había ocupado mayor tiempo en mi mente que mi "yes, i'd like it now" cuando la vendedora de FlightCentre, sorprendida, cejas hacia arriba, ojos grandes como una vaca, se reaseguró de corroborar con mi afirmación una de las ventas más rápidas de su historia. ¿Será que las decisiones importantes es mejor tomarlas lo más rápido posible para luego no arrepentirse? ¿Será que el sabor que tendrá un almuerzo es algo que demanda más tiempo averiguar que cambiar la rutina de tu vida por dos meses?
Una de las razones por las cuales dejé el restaurant era que me hacía pensar demasiado. Durante un promedio de 6 horas diarias, mi mente entraba a maquinar. Recuerdo el día que, extremo aburrimiento, propuse a Dariush, mi compañero los fines de semana, contar cuantas veces los servers y hostess, pronunciaban "Hobart" refiriéndose a su próxima visita al dishpit. Llegamos al siguiente resultado: Durante un sábado, de 8.30 a 9.30 de la noche, el promedio de visitas fue de 1.883 servers o hostess por minuto. Más alla de la cantidad de platos y cutlewry que eso implicaría lavar es más interesante detenernos en la etimología de tal descripción para el puesto: Hobart.
Si buscamos la palabra en el diccionario nos vamos a encontrar con que Hobart, es la capital de la isla de Tasmania, al sur de la ciudad de Adelaida, en el país de los canguros. Tasmania es mundialmente conocida por Taz, el demonio de Tasmania, personaje que abrió sus ojos gracias a la WarnerBros, eso es todo amigos! Recuerdo que mi guardapolvos de 7mo grado junto con el logo de los Toronto Raptors de la NBA, tenía dibujado a Taz y, a esa edad, yo usaba seguido una remera del mismo personaje volcando una pelota de básquet en un aro naranja, redes interminables.
Si tengo que ser honesto, en el restaurant, si bien tenía el puesto menos privilegiado de todos, nunca me hicieron sentir como un dedo meñique, pinky toe. Creo que allí aprendí el verdadero valor de trabajar en un equipo del que todos dependían de todos, al revés que mi trabajo en el café donde el egoísmo aflora sus pimpollos cada cambio de canción, se viene el puesto 29. Al principio pensaba que Hobart era para designar el culo del mundo, (ah, no, esa es Argentina), o mejor dicho el del restaurant. Ahí, al fondo, dónde algunos co-workers se escondían de las miradas inquisidoras para tragar pollo o helados de vainilla, m&ms y nueces, sin que nadie lo notara o donde al grito de sharp teníamos que parar todo cuando venían los cuchillos filosos. Para que olvidar los boats, botecitos de ensalada, o los grammies, que me hacia acordar a las grannies, o a los Gram's pequeñitos donde cada salsa hacía su presentación formal. Pero estamos con Hobart. Esto es lo que me pasa a menudo, me pierdo de la root por irme through las branches.
Lamentablemente, tiempo después, la leyenda me hizo saber que tal era el nombre de la máquina y por eso la palabra Hobart o Hobarting (haciendo Hobart, haciendo la capital de Tasmania, siendo un demonio) la escuchaba hasta el cansancio entre mis períodos de vacilaciones nocturnas. Tal vez, entonces, ser el trasero del restaurant es lo que pensaron los fabricantes a la hora de nombrarla, o quizás no. La semiótica me enseño que esa, mi lectura, es uno de los tantos discursos de reconocimiento que surgen de tal particular nombre. ¿Que fue aquello que determinó que ese nombre estuviese ahí? La red de la semiosis social, capítulo V de Verón, que tanto recuerdo como de lo más dificil que he tenido que estudiar.
Este blog no trae moraleja, ni una A, ni una Z. Es sólo un ejemplo del mar mental que me atraviesa, y del remolino de ideas que, en ocasiones, se disparan en mi mente, haciendo estragos y falta de conexión, como fuegos artificiales en Año Nuevo. Es parte de lo que me trajo mi viaje a Calgary y extrañaba, poder verter, luego de conversaciones interesantes, parte de todo este cúmulo de divagues que hacen este blog, o que, para ser más directos, me hacen. Creo que no estaría mal una dosis de 2 camaños a la semana, porque creo que tres ya sería multitud.
Para evadir otros discursos de reconocimiento: Camaño es el apellido de mi amigo Fernando, al cual he nombrado en otras partes de este blog. Es uno de los seres más locos y extravagantes que conozco y aquél con quien más me complemento al hacer trabajos para la facultad. No quiero imaginar que pudiera pensar si la palabra Hobart, saliera de su mente.
28 marzo 2007
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