La ratonera

Y alli estaban. Felices, o quizas tan asustados como yo. Moviendose de un lado al otro, como jugando con aquella habilidad de ser mas vivaces que quien les habla. No era solo uno. Eran mas. No recuerdo cuantos. Tal vez dos, pero mis visiones me hacian pensar que tres podia ser el numero. Yo, apuñado en un rinconcito, buscaba pegar un ojo. Ambos, como escarbedientes perfectos, afilaban la mirada sobre aquel punto fijo y sojuzgaban las mirillas a la relativa ceguedad. Mi corazon latia, temeroso. Tranquilidad era una palabra desconocida en el diccionario de ese momento. La mente no respondia a ningun urgente pedido de calma. Ni musica clasica en la radio podia tener un efecto en mi cuando quedabamos frente a frente. Ellos, con una expresion tal vez atonita, quizas mortal en su mirada. Yo, con las manos entrecruzadas, y los brazos cerrando las piernas, sobre las rodillas.
El reloj habia visitado las 12 mas de dos veces y todos aun seguiamos alli. Yo, en el sofa. Ellos, tras las cajas, escurriendose bajo el closet, saltando los obstaculos de suciedad.
Entre en desesperacion. Buscando salir del departamento, rompi el picaporte. Estaba verdaderamente atrapado. Los segundos no pasaban, y mi miedo tampoco. Tocaba la puerta de mi roommate. Nada. Ni siquiera un ronquido, un ruido moviendose sobre la cama. No pude soportarlo mas.
Entre en su habitacion, la desperte y pedi dormir alli para curarme de espanto. Lance un colchon que vaya a saber por donde habria estado y pude conciliar la calma y los bostezos postergados. No me importo que hiciera frio y no tener con que taparme. Solo deseaba escapar. Quede alejado por unos metros de la amenaza cautiva, de la noche sin paz.
Hoy en la mañana los pocos inquilinos que quedaban preguntaron por una respuesta que tenia solo yo: ¿El picaporte? Claro... Habran sido los ratones, solo atine a responder.