15 febrero 2007

¿Y los anillos dónde están?: La convivencia previa y el casamiento en México: breves consideraciones en una mirada a vuelo de satélite con 1 minipixel de resolución

Quien propone que los seres humanos somos todos iguales miente. Libertad, igualdad y fraternidad. Hay tres grandes mentiras en esas 4 palabras. Sin entrar en discusiones filosóficas que argumentan fuerte y convincentemente como los dos primeros conceptos se oponen entre sí, basta señalar que al interior de las culturas (en minúscula y plural), entendidas en este caso, como 'modos de hacer con', la libertad y la igualdad son conceptos que cuentan con mayor o menor grado de aceptación.
Según me cuentan los pajarones grandes (porque no me lo contó un pajarito), en la Argentina, en la época de mi abuela, incluso de mi mamá, bodas de oro, bodas de plata atrás, estaba muy mal visto que una pareja conviviera antes de casarse. Razones aparte de aquel momento, pendientes de averiguarse y según estudios de Maxística Consultora (sin conexiones con Kramérica, compañía de años en el campo de los autoemprendimientos), hoy día el 90% de los argentinos promedio entre 18 y 27, no concibe casarse con su pareja sin antes haber convivido con ella por un espacio no menor a 6 meses. Es que uno puede llevarse de mil maravillas-vamos a tomar un helado-salimos al boliche-comemos y al cine-conocé a mis papas, mis primos, mi perro y mi plantita-nos vamos de vacaciones juntos, pero sí todo apunta al "Sí, quiero", la convivencia previa, no necesariamente extensa, es certera, considero, para generarte una plena seguridad. No sólo el amor y la conexión, fundamentales en cualquier relación de este tipo, debería existir, sino esa tranquilidad y entendimiento en el día a día: 'mira que me baño a la mañana y odio la luz prendida, soy un poco desordenado, me gusta comer en la cama, estoy nervioso con este partido, porfa no toques el control remoto!'.
Antes de empezar el desarrollo y tomando en cuenta dónde temporalmente estoy viviendo, marco un paralelismo ejemplificador. A los 18 años, el adolescente canadiense busca desesperadamente irse a vivir sólo (tienen la ventaja de poder trabajar legalmente desde los 16). Es probable que si no lo hace, los padres le cobren una renta mensual. En México, si una mujer se va a vivir sola antes de casarse, con la familia en la misma ciudad, puede ser muy mal considerada, y no es sólo hasta tal momento iglesístico (en un país donde el catolicismo llega al 92%) que ella debería partir de casa.
Cuando de anillos se tratan me he encontrado con dos extremos de la lista. Solamente por comentarlo, aquí en Canadá, si bien no es de extenso uso, algunas parejas se regalan anillos de pre-compromiso. ¿Como es esto? Josh y Allison están enamorados (o se dicen 'I love you' sin saber si es un te quiero, te adoro o te amo, -volveré sobre esta interesante discusión otro día-), y entonces, como se sienten más que novios pero no están seguros de casarse se regalan tales anillos, gemelos por fuera, pero de significado 'slightly' (con mi voz lentamente irónica) different por dentro. Al enterarme de tal particular unión yo los llame 'anillos de commit y el ment se fue a la guerra y nunca más volvió' (si conocen de su uso en otros lugares, avisen!). Ahora, claro, y nunca más volvio, porque, que pasa si entonces mañana viene Allison y le dice a Josh 'I don't love you anymore'? (y seguimos sin saber si era querer, adorar o amar). (perdón, meloncólicamente, recién tipée I don't 'live' you anymore, vividor! ;). Se termina todo ahí. Y el anillo, bueno, lo vendemos o lo tiramos a las profundidades del Fraser. Chicos, tengan cuidado y no prometan si no van a cumplir (cuidate, querete, ojito, ojete).
El extremo opuesto es en el rómantico y querendón (y machista) México. Yo no se que pasa en México. Cuando de relaciones hablamos, y quizás excluiría el sur del Distrito Federal y algún que otro reducto perdido, el 90% de los mexicanos promedio entre 18 y 27 no concibe la convivencia pre-casamiento (y quien sí, que grite Viva México Cabrones). Yo no tengo problemas con Luis Miguel, Thalía ni Paulina Rubio, pero pensé que Madonna y su Material Girl, los peinados estrafalarios y los '80, estaban guardados en cintas de videoclips de MTV Clásico. El casamiento allí es una institución con todas las letras y el hecho de la convivencia previa semejaría bastardearlo, parecería ser una mala palabra. Varios puntos divaguísticos a señalar: Discutiendo (o intercambiando opiniones, como me gusta nombrar tales momentos) con una tía de Faby primero y en una cena con cinco mexicanas en Canadá donde River cayó por goleada, con un contundente 5 a 1 y un primer gol desde el vestuario, de esos que se hacen de memoria: 'es que ustedes, los hombres, son todos iguales', la oposición a la convivencia estaría basada en la comodidad de la situación que vivirían los hombres al no tener la necesidad de firmar papeles, sabiendo todo fácil, 'total así todo está bien'. Incluso ellas sostienen, que por lo general las parejas que conviven primero, tienen una mayor tendencia al divorcio. No sé, con todo el respeto del mundo, esa postura aún me parece que, sin ser raquítica, necesita nutrirse para ganar peso.
¿Es que para ser sinceros, que tiene de malo poder vivir antes de casarse y probar que todo vaya bien? ¿Es el miedo de un posterior no? ¿Es el que dirán? Quiero creer que los amigos, las familias, el jefe, y la vecina del 7mo A en Monterrey, por más chusmas y metiches que sean mirando por la cerradura, no deberían velar por la ropa interior que se está lavando con suavizante de abrachosos adentro del departamento.
Otra situación (x 3) que demuestra tales pensamientos la viví en diferentes ciudades, y mi cara de fuga (no confundir con pollitos en fuga, uh, me hubiese servido para otro post) lo decía todo: 24 años, estado civil: casado. (El orden cronológico no ha sido respetado).
Situación 1: viernes a la tarde, Guanajuato, Guanajuato. Subiendo a una combi de excursión. 'Disculpen (no hubo un chicos), pero como no llegamos a sentarlos juntos porque no hay asientos pares, como parejita los vamos a tener que divorciar'. CHAN.
Situación 2: sabado a la tardecita, Hermosillo, Sonora. Farmacia Benavidez, sacando la foto de la ISIC. La chica que atiende le pregunta a Faby: 'De donde lo sacaste?', 'de un tacho de basura', responde ocurrente. 'Es tu esposo?' CHAN, CHAN, CHAN. LLUVIA DE CHANES.
Situación 3: lunes de navidad al mediodía, Morelia, Morelia. Edificio de la Casa de Gobierno, explicación de murales que incluian versar sobre el tema de las dotes y el casamiento en el siglo XIX en la región. 'Chicos (esta vez me sentí joven), están casados?' 'No....' 'Pero se van a casar?' CHAN, CHAN, CHAN, CHAN, CHAN. TSUNAMI DE CHANES.
Estado civil: casado. Disculpame, casado? (las cejas y los ojos sufren una separacion tres-segundiana como nunca antes). Que parte no entendiste? 24 años, o sea.... no! Y yo que pensé que cada vez que me afeitaba, tenía cara de nene. Hay lecturas consecuentes con tales situaciones que me llevan a lo siguiente: a) ya no soy un nene, b) tengo edad para casarme, c) esto es algo que pense que nunca ocurriría. Peor aún fue cuando escuché: -'¿Que intenciones tienes con mi hija?' -'Del lugar donde yo vengo, cultural y actualmente hablando, esa es una pregunta inaceptada' -'Pero estás en México' -'Sí, pero blablablablabla (evadiendo la situación)'. Al fin de cuentas todos sabemos que con Aimar, Messi y Riquelme en la cancha, ganamos en el suplementario.
Y es que de todo ello, deriva otra cuestion: Es que hay algo raro en todo esto. ¿Será que en la vida uno tiene que decidirse y amoldarse de prisa a todo lo que viene? ¿Será que a los 18 años uno ya tiene que saber lo que quiere ser? (porque ser y no hacer, el hacer puede convertir en ser, etc) ¿No puede uno cambiar de decisión, de carrera, de objetivos, darse la oportunidad de seguir pensándo la vida un poquito más?' Y yo que pensaba que tenía cara de nene... 24 años.
Por último y no lo quiero olvidar, como una nota al pie, en nuestra visita a Bahía de Kino, pueblo costero, donde brilla el Mar de Cortés y a medio camino del horizonte, asoma una isla cuyo nombre desconozco pero bauticé 'Isla Tortuga', esperando el bus de regreso a casa, apareció un niño de unos 12, 13 años, que, como nosotros, pateaba inviernos de frío trasatardeceres. Faby comenzó a hablar con él en slang mexicano de juventud costera, en el cual, reconozco, me perdí. Venía de pintar galletitas de chocolate con su noviecita. Completaba el viaje (aunque le quedaba uno más) de uno de sus días de visita: lunes, miércoles, viernes y sábado o sino martes, jueves, sábado y domingo, si mal no recuerdo. ¿Y si se me ocurre ir a regalarte una paleta (chupetín) el jueves me la aguanto? ¿Y si quiero darte un beso el martes que hago? No sé si es una costumbre extendida o ha quedado en el olvido, pero me sentí un poco triste por el chamaco, que sólo la podía ver esas porciones de horas. Y el si tenía cara de nene... y yo la tenía cómo el.

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